dijous, 16 d’agost del 2018

Los nuevos excluidos


Entre los usuarios que atendemos en Servicios Sociales, acuden muchas personas en situación de desempleo, con empleos precarios, trabajando en la economía sumergida, con contratos ilegales y abusivos, y también personas que trabajan y compaginan varios empleos, pero no logran superar su situación de pobreza. Estamos observando el surgimiento de nuevos perfiles de usuario y de nuevas formas de pobreza y exclusión. Las madres de familia latinoamericanas que recibimos a diario suelen tener empleos precarios y mal remunerados, en el servicio doméstico, con condiciones ilegales o abusivas.

Estamos ante un nuevo perfil de pobreza, trabajadores precarios, trabajadores pobres, empleados en situación de explotación laboral, personas que a pesar de trabajar no logran superar los 684 euros del umbral de la pobreza (AROPE 2017).

Tradicionalmente, cuando se hablaba de situaciones de riesgo o de exclusión social, solíamos hallarnos ante personas sin hogar, migrantes recién llegados al país sin empleo ni recursos o familias con problemática múltiple (en las que concurren problemas de adicciones, discapacidad, trastorno mental, delincuencia, internamiento en prision, residencia en asentamientos chabolistas o infravivienda, u otros).


Hoy en día han surgido nuevas formas de pobreza y de exclusión social. Trabajadores mayores de 45 años que han sido expulsados del mercado laboral y padecen un desempleo de años, sin ser llamados para entrevista alguna. Jóvenes que no logran acceder a su primer empleo o únicamente obtienen empleos precarios y mal remunerados. Trabajadores precarios de cualquier edad, que encadenan contratos de días e incluso de horas. Trabajadores pobres, personas que pese a tener un empleo, no logran salir de la situación de pobreza. Mujeres con cargas familiares no compartidas, sobre todo mujeres migrantes de países pobres, que suelen padecer malas condiciones de trabajo, bajos salarios, precariedad, explotación y abusos laborales.

El sociólogo José Félix Tezanos, en varias de sus obras, advierte que nos encontramos ante una grave segmentación y polarización del mercado laboral. Por un lado, los puestos estables y bien remunerados para un sector de la sociedad, y por otro lado, los puestos precarios, mal remunerados, que condenan a la pobreza a miles de personas. Estas personas pasan a constituir infraclases, que cada vez son más diversas y numerosas, y en las que cada vez caen más ciudadanos.

También nos hallamos ante miles de personas directamente expulsadas del mercado laboral, especialmente el colectivo de trabajadores mayores de 45 años. Las prácticas actuales de contratación de personal incluyen un sesgo por edad, no se cita para una entrevista a los mayores de 45 años. En muchas empresas un robot o algoritmo realiza una primera selección de currículos, por lo que el CV de la persona mayor de 45 años no llega a ser leído por ningún profesional de Recursos Humanos. Muchos demandantes de empleo refieren que su oferta ha sido descartada en cuestión de segundos tras haber sido remitida a la plataforma informática de candidatos, ya que no ha pasado la primera criba por edad, y es descartada de forma automática. Los profesionales mayores de 45 años son plenamente capaces de desarrollar una actividad laboral, y tienen en muchos casos formación y experiencia, y les quedan 20 años de trayectoria profesional por delante antes de alcanzar la edad de jubilación, pero las empresas los rechazan sin darles siquiera la oportunidad de defender su candidatura en una entrevista. Simplemente, se da por hecho que son mayores y obsoletos, que no van a tener energía, dinamismo o conocimientos de nuevas tecnologías, o que van a demandar salarios más elevados. Según el Informe Estatal del Mercado de Trabajo de los Mayores de 45 años (SEPE), emitido en 2017 con datos referidos a 2016, el 48,44% de los desempleados en España son mayores 45 años, y esta cifra va subiendo año a año. A estos datos habría que sumar la gente que no se apunta al paro porque se desanima tras largos años de búsqueda infructuosa de empleo.

En lo que se refiere a los jóvenes, muchas veces no logran acceder a un empleo de calidad, permaneciendo durante años en puestos precarios y mal remunerados. El Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud denuncia que el 92,4% de las contrataciones de menores de 30 años son temporales y que sólo el 20% de los menores de 29 está emancipado. Para alquilar una vivienda tendrían que emplear el 85% de su sueldo. Casi la mitad de los jóvenes tiene un empleo de cualificación inferior a la que posee, y cuatro de cada diez está en riesgo de pobreza. Esta situación impide a los jóvenes desarrollar su propio proyecto de vida y formar su propia familia.

Las mujeres solas con varios hijos a cargo ven acumularse los factores de riesgo de pobreza, sumando a todo lo anterior (precariedad, bajos salarios, explotación), los factores específicos que les afectan a ellas, especialmente a las migrantes de países en vías de desarrollo. Las mujeres sufren más dificultades para el acceso a un empleo de calidad que los trabajadores de sexo masculino. Las trabajadoras desempleadas que llevan dos o más años en las listas del SEPE superan en 200.000 a los hombres. Cuando estas trabajadoras encuentran trabajo, un tercio se ve en la necesidad de aceptar un empleo a tiempo parcial. Suelen encontrar empleo en el sector de los cuidados, sobre todo en la economía informal, lo cual aumenta la precariedad y vulnerabilidad de estas trabajadoras.

Muchos trabajadores ven transcurrir su carrera profesional entre empleos precarios y temporadas de desempleo. Con el transcurso de los años y la obtención de experiencia, esta situación laboral no mejora. El sindicato Comisiones Obreras ha denunciado que la tasa de precariedad española casi duplica la tasa europea. El empleo que se crea sigue siendo de mala calidad.

Además del drama humano, estos datos inciden también en las arcas públicas (más gasto público por prestaciones de desempleo, menos ingresos por cotizaciones e IRPF y más dificultades para la sostenibilidad de las pensiones al reducirse el número de cotizantes y las cuantías de las cotizaciones).

Esto no es un problema coyuntural con previsión de resolverse a medio plazo con la recuperación económica. Las nuevas estructuras económicas y sociales han dado lugar a una situación que ya no es coyuntural sino estructural. La precariedad y los bajos salarios han llegado para quedarse, ya que forman parte del nuevo paradigma económico (maximizar los beneficios y la competitividad de las empresas, y reducir los gastos de personal aumentando la flexibilidad en el empleo y abaratando el despido). Esto, traducido a la vida diaria de los trabajadores, supone precariedad, bajos salarios y masas crecientes de trabajadores pobres.

El neoliberalismo y la globalización están reduciendo la autonomía de los Estados para establecer sus propias políticas, cediendo todo el poder a los grandes entramados económico-financieros. Ante la falta de libertad de los Gobiernos, y las coacciones (más o menos veladas), finalmente terminan por ceder a la presión, ante el temor de sufrir un castigo internacional (expulsión de entidades o agrupaciones supranacionales, supresión de ayudas, etc). Los mercados financieros internacionales gobiernan las políticas y las economías nacionales.

Nos encontramos ante economías del primer mundo, cuyas cifras de crecimiento son positivas y que sin embargo, cada vez tienen cifras más elevadas de desigualdad y pobreza. Las causas de este problema no son coyunturales sino estructurales. Es el propio sistema productivo, empresarial, económico, financiero, laboral y social el que genera estas situaciones de pobreza y exclusión.

Es necesario recuperar políticas que permitan combinar el crecimiento con la protección social. De lo contrario, nos encontraremos ante una sociedad con grandes masas empobrecidas y graves conflictos sociales. Las consecuencias pueden afectar a diversos ámbitos de nuestro entramado económico y social: menos cotizaciones a la Seguridad Social, dificultades para el sostén de las pensiones actuales y futuras, menos ingresos públicos en concepto de IRPF, disminución de la demanda y del consumo de bienes y servicios, potencial cierre de empresas por la disminución de la demanda, empobrecimiento general de la sociedad. Se trata de un problema social que puede lastrar el desarrollo de nuestras sociedades durante décadas.

Fuente:Medium. Carmen Alemany Panadero. Los nuevos excluidos


1 comentari:

  1. Tal cual!!! La solución pasa por generar trabajo para los que no lo tienen. Ofrecer trabajos a media jornada es repartir miseria.

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